martes, diciembre 07, 2010

Perdonad, pero alguien tenía que decirlo.

¿Soy el único que tiene la sensación de que la moda de llevar los pantalones por debajo del culo está durando demasiado? ¿Soy el único que considera que de todas las modas que surgen periódicamente la de enseñar los calzoncillos es, con mucho, la más ridícula estéticamente de todas las modas que uno alcanza a recordar? ¿Los que visten los pantalones con la bragueta a la altura de las rodillas tendrían cojones de correr delante de un toro en semejante estado?

lunes, noviembre 29, 2010

Estrangular no, queda feo.

Leo este titular en El País: Condenado por estrangular a una mujer en Reus, y reflexiono sobre la estupidez de ese delincuente que podría haber evitado la condena de haberla estrangulado en otra ciudad, pues tal cosa es lo que se deduce del redactado que encabeza la noticia, esto es, que la sentencia condenatoria no es por haber estrangulado a una mujer sino por haberlo hecho en Reus, localidad que, por lo que se deduce, es menos permisiva con determinadas formas de matar que con otras.
Menudo delincuente. Seguramente si hubiera estado más atento habría observado a la entrada de Reus una cartel en el que se informaba en detalle de cuáles son las ciudades que sí permiten el estrangulamiento. Algo similar a lo que hacen las farmacias para anunciar cuáles están de guardia y cuáles no. Por lo menos es lo que quiero creer, que, en efecto, en Reus han tenido la prudencia de dejar claro que cualquier otro método de matar puede ser aceptado menos estrangular, porque si no lo han hecho estoy viendo venir que el condenado de marras apelará la sentencia por no haber sido convenientemente advertido de qué formas de asesinar se admiten dentro de los límites de la ciudad que gentilmente visita para delinquir.

sábado, noviembre 20, 2010

El desconocido

Ayer fui a buscar a Martina al colegio, y a mitad de camino me empezó a preguntar quién era ese hombre colgado. Yo no sabía a quién se refería, la llevaba sobre los hombros y no podía ver dónde señalaba, y, además, Martina salta de tema en tema sin solución de continuidad, tan pronto manifiesta sorpresa por un cartel enganchado en el escaparate de una tienda, como reprende a un motorista por haber aparcado la moto en medio de la acera, como se yerge sobre mis hombros mientras cruzamos un paso peatonal, y con el brazo extendido grita stop a los coches parados, cuyos conductores sonríen al paso de esa niña que con el ceño fruncido les advierte.
Cuando la bajé de los hombros para que hiciera a pie el resto del camino, volvió a insistir con lo del hombre colgado, y entonces señaló la foto de Artur Mas, meciéndose, sonriente y recién salido de la peluquería, de la larga hilera de todos los plataneros dispuestos en hilera que nos salen al paso mientras nos dirigimos hacia casa. Parece que a Martina no le acababa de parecer bien que, de un día para otro, ese extraño se hubiera apropiado de nuestro espacio privado, pues no otra cosa considera ella que es el escenario que comparte a diario con su padre en los breves minutos que dura el trayecto a casa.

¿Quién es? ¿Lo conocemos?, ha insistido ella. Un político hija, le he respondido, y ella se me ha quedado mirando sin entenderme, y entonces, a mitad de camino de un susurro y un farfulleo, como si me sintiera tentado a decirle claramente lo que pensaba, y las duda de si sería correcto hacerlo, he dicho: un hombre que miente.
Ése es, pues, el legado .

miércoles, octubre 27, 2010

sábado, octubre 16, 2010

A la mierda con ellos

Hace un mes y medio compré un cd en Amazón y todavía no he conseguido quitarle el envoltorio. Y no será que no lo he intentado. En realidad sé que es una pérdida de tiempo, y me he resignado a la idea de que jamás podré hacerlo. Ni a ese ni ninguno de los trescientos treinta y ocho que poseo y guardo, intactos, flamantes y con el plástico impecable, en una estantería de casa, a los cuales no he logrado hasta ahora desenvolverlos por más empeño que he puesto en la empresa. Y eso que he echado mano de todo tipo de herramientas: de soplete, de machetes, de alicates, de tijeras, y el puto plástico permanece incólume. Es irrompible. Incluso me hice con un taladro especial, que vi anunciado en las parodias de teletienda que hacen en El hormiguero, que es, al parecer, el padre de todos los taladros: broca de punta de diamante, perforación amortiguada por un sofisticado sistema hidráulico, haz de luz infrarroja que fija el objetivo para evitar que uno yerre al perforar. Por si fuera poco, de la punta del taladro, en torno a la broca, salen como cuatro brazos mecánicos articulados que acaban en sendas ventosas que se adhieren perfectamente a la pared, una solución perfecta para evitar hacer una regata en lugar de un agujero, que es lo que me suele suceder a mí cada vez que quiero colgar un cuadro. Por eso en casa apenas hay cuadros y abundan los apliques de luz, porque aprovecho las regatas para pasar un cable y colgar una luz.
Muchos pensaréis que es absurdo acumular cd's que no puedo escuchar. Pues sí, es cierto, pero también es absurdo llevar los pantalones por debajo del culo, que semejan que los llevan cagaos, como diría mi abuela, y sin embargo no hay adolescente que no pasee por la calle de esa guisa. También es absurdo y antiestético cubrir la calva con un flequillo de pelo que cruza de orega a oreja y parece fijado con el lametón de una vaca, a la manera Anasagasti, y bien que proliferan los tipos que lucen con orgullo semejante agravio a la vista.
A pesar de todo lo explicado, me he puesto hoy a manipular el cd de marras, pero lo he hecho como el que come pipas, para pasar el rato mientras asisto en directo, por televisión, al rescate de los mineros encerrados en una mina de Chile. Según parece es un acontecimiento de alcance mundial de obligado visionado. Lo dice la prensa, y claro, si lo dice ella será cierto, aunque la prensa también propagó que la gripe A iba a diezmar la población del planeta, y aquí estamos: vivitos y coleando.
A mí, dicho sea de paso, me parece ciertamente desmesurado el despliegue de medios y abusivo el tiempo que se ha dedicado al episodio de los mineros. La noticia, en su momento, fue que quedaran sepultados bajo tierra, y estuvo bien que se informara de ello. Más tarde, que sobrevivieran, y ahora que finalmente serán rescatados sanos y salvos. Ya está, pasemos a otra cosa, qué necesidad hay de ver cómo salen uno a uno. Es aburrido, reiterativo, innecesario y cansino.
A mí, qué quieren que les diga, me parece que estos pobres desdichados van a ser rescatados de un Averno para ser arrojados a otro: el Averno mediático. Más de uno acabará deseando no haber abandonado el encierro. Y si no al tiempo.

Mientras reflexiono al respecto y trasteo el cd y me acuerdo, en consecuencia, de todos los familiares, vivos y fallecidos, del tipo que inventó el plástico que lo envuelve, me viene a la memoria ese chiste que propone construir las aviones del mismo material en que están hechas las cajas negras, y me pregunto cómo es que los chalecos antibalas, o los uniformes ignífugo de los bomberos, o los de las fuerzas armadas o incluso la carrocería de los coches no están fabricadas y confeccionados con el mismo material que envuelve los cd. Jóder si nos íbamos a evitar disgustos.
Y a todo esto, cuando ya son cuatro los mineros rescatados, me entero de que el presidente de la patronal española, el tal Díaz Ferrán, ha dicho que lo que hay que hacer para salir de la crisis es trabajar más y cobrar menos. Sólo le ha faltado exigir que en nuestro tiempo libre le limpiemos la casa y le lavemos el coche. Tiene cojones la cosa. No sólo nos han metido en una crisis de dos pares de cojones, sino que tenemos que pedir perdón por ello. Apuesto a que el tal Ferrán es de los que piensa que es un gasto innecesario no sólo salvar a los mineros, sino malbaratar una fortuna en construir toda una parafernalia técnica de tubos y ascensores, que seguramente se acabara pudriendo por el óxido y la dejadez, para rescatar a unos tipos que apartir de ahora vivirán del cuento mediático. Es decir, que no serán productivos a los fines capitalistas que promulga la patronal.

Tal vez tengan razón respecto a que las instalaciones que han servido para rescatar a los mineros acabara cubierta de hollín. De manera que para evitarlo se le podría buscar una utilidad práctica, como la de bajar a la mina a todos los despreciables codiciosos que nos han metido en esta puta crisis, como el tal Ferrán, y dejarlos allí hasta que se disculpen y pidan perdón no sólo por meternos en la crisis, sino por haberlos rescatado de ella a base de darles millones y millones de euros que salen de nustros bolsillos, y no tener la prudencia de guardar silencio ni la humildad de disculparse.



viernes, octubre 08, 2010

Avancemos, señores, avancemos.

El altercado de ayer entre Sergio Ramos y el periodista de TV3 constituye la prueba más evidente de que la relación entre España y Catalunya está abocada a un deterioro permanente. No es posible que Ramos desconozca que algunas de las comunidades que integran España emplean un idioma diferente al suyo, y, por tanto, que los medios de comunicación locales se expresan en esa lengua vernácula aun cuando se hallen fuera de la comunidad, puesto que la declaración grabada esta pensada para emitirla sólo en esa comunidad en cuestión, y, por consiguiente, destinada a los ciudadanos que hablan esa lengua. Parece lógico pensar, habida cuenta su condición de jugador estrella expuesto con frecuencia a ruedas de prensa similares a la de ayer, que en alguna otra ocasión habrá observado que un periodista catalán pide a un jugador asimismo catalán que se exprese en la lengua que comparten, y, concluida la declaración, la repita en castellano. Es una circunstancia habitual y debería ser aceptado con absoluta normalidad.
Uno no entiende el motivo por el cual Ramos se ha molestado al punto de manifestarlo en voz alta. Y este, atención, no es un detalle baladí. Ramos ha debido sentirse verdaderamente contrariado para romper con la tradición afásico-mongoloide que prevalece de normal en las declaraciones que los futbolistas hacen a la prensa, todo un alarde de oratoria del tipo la decisión es del mister, el mérito es de los compañeros, y, el sintagama estrella, el fútbol es asín. Llegado este punto no parece muy disparatado sospechar que Ramos siente un punto de animadversión a todo cuanto atañe a lo catalán, por más que lo niegue, y cuelgue en su Twiter una fotografía amistosa con Piqué a fin de desmentir cualquier diferencia entre ambos. Es más, estoy completamente seguro de que si el periodista hubiera sido gallego o vasco y se hubiese dado idéntica situación, Ramos no habría abierto la boca.
Lo que más rabia da es que toda esta situación de encuentros y desencuentros tendría fácil solución. A poco que uno piense con detenimiento y cierta voluntad de reflexión (en ningún sitio, que yo sepa, está escrito que reflexionar produzca cáncer o alguna patología sería, así que hagámoslo sin temor), y se recuerde algo que la costumbre y el hábito diario de años ha echado al olvido: la lengua constituye el cordón umbilical que nos vincula directamente con nuestra infancia, somos la lengua con la nuestros padres nos hablaban incluso antes de nacer, y difícilmente nadie podrá quebrar ese vínculo por más empeño que ponga. Una vez alcanzada esa verdad categórica, sería bueno ponernos en el lugar del otro, el que se expresa en una lengua distinta a la nuestra, y llegar a la conclusión de que posee todo el derecho a sentir lo mismo por su idioma que nosotros por el nuestro. Esa sería la única forma de avanzar, de comprender de una vez que las lenguas, bien empleadas, son un instrumento para unir y no para dividir.

jueves, septiembre 30, 2010

Voyeur

En los trenes deberían de instalar desinhibidores de frecuencia tal y como ha hecho el ejército en los carros de combate que merodean por las pedregosas carreteras de Afganistán. Lo deberían de hacer para que los móviles enmudecieran siquiera durante el tiempo que dura el trayecto, a ver si hay forma de que uno culmine un viaje sin enterarse de las pequeñas miserias que padece la gente, que departen con el móvil a voces, como si su interlocutor fuera sordo. Ayer ocupé un vagón en el que me parece que yo era el único que no trasteaba un móvil. Y ya sé que los móviles están pensados precisamente para ser trasteados y manoseados y sobre todo exhibidos (los móviles son los nuevos símbolos fálicos), pero es que hasta hace cuatro días los vagones de tren constituían un refugio silente que lo preservaba a uno de los estruendos cotidianos que depara la ciudad. Un entraba en ellos y cuando las puertas se cerraban a tu espalda y tomabas asiento se instauraba una moratoria con el mundo exterior, y prevalecía un acuerdo tácito con el resto de viajeros, y cada cual se sumergía a sus cosas sin perturbarse unos a otros. Ahora se necesita padecer una sordera de dos pares de narices (valga la expresión) para no enterarse de nada. Es curioso que uno sienta más pudor por las intimidades reveladas que quienes las revelan a voz en cuello. A mí no sólo no me debería importar sino que debiera agradecerlo, pues cualquier confidencia que llegué a mis oídos puede ser empleada para una entrada de blog, pero no puedo evitarlo. Y estoy convencido que en todos nosotros late un cotilla, un curioso, un vouyer, lo que ocurre es que el vouyerismo gusta de ser practicado en soledad, y no compartido por un vagón entero.

viernes, septiembre 24, 2010

Extrañamiento


Tremenda empresa en la que nos embarcamos en la clase de ayer. Nada más y nada menos definir qué es la literatura. La profesora formuló la pregunta esperando que los asistentes respondiéramos todos al unísono, pero nadie abrió la boca, antes al contrario, miramos para otro lado y sólo nos faltó silvar y hablar de la meteorología. Y es que esa está siendo la tónica habitual estos primeros días de clase: no hay ni dios que intervenga y genere debate y aporte su opinión, por más empeño que ponga en ello la profesora, que nos invita a hacerlo continuamente. Supongo que eso cambiará a medida que pasen los días, cuando perdamos todo cuidado y algo de la vergüenza de la que ahora adolecemos. Entonces acabaremos la mitad de la clase liando canutos en la cafetería de la facultad mientras la profesora nos busca por los pasillos.
Como nadie se aventuró a desentrañar el misterio de qué es la literatura, fue ella, la profe, la que se dedicó a leer de un folio algunas definiciones recogidas en diferentes diccionarios, entre ellos la Enciclopèdia Catalana, el de la RAE y el Maria Moliner. Y todas, más o menos, venían a decir lo mismo: La literatura es un arte que emplea como medio de expresión una lengua.
Y claro, aquí me sentí tentado a romper la disciplina de voto y expresar mi desacuerdo, o mi acuerdo matizado, pues esa definición podría llamar a engaño y a partir de ella cabría la posibilidad que se sostuviera que cualquier texto en el que se emplea el lenguaje es literatura. Nada más lejos de la verdad. Para que un texto sea literario se debe emplear de tal modo que se logre el efecto de extrañamiento del que hablaban los formalistas rusos. ¿Y qué es el efecto de extrañamiento? Pues sencillamente utilizar el lenguaje con tal destreza que por más que describa acciones cotidianas parezcan nuevas, descritas por primera vez, aunque centenares de años de tradición literaria nos contemplen y por más veces que otros escritores la haya descrito antes. Borges lo dijo: Una palabra, aunque esté cargada de siglos, inicia una página en blanco y compromete el porvenir.

domingo, septiembre 19, 2010

La expulsión.

Lo de la expulsión de gitanos está concitando opiniones de toda índole. El discurso oficial, sostenido tanto por políticos como por medios de comunicación -de izquierdas sobre todo-, tiende a ser unánime: se trata de una medida xenófoba y populista. A mí lo de populista me suena como cuando, para denostarla o restarle méritos, dicen de una película que es comercial. A mí jamás se me ocurriría pensar que una película que ha despertado el interés de medio mundo es, per se, desdeñable. Cuando menos cabría concederle el beneficio de la duda. Lo mejor es ir a verla, y si efectivamente nos parece buena felicitarse por coincidir con el resto del planeta, no pasa nada si así fuera. Y si se nos antoja mala de solemnidad, preguntarnos qué clase de cóctel anfetanímico habían ingerido antes de ir a verla quienes se deshacen en elogios.
Yo escucho cada semana varias tertulias radiofónicas, y durante estos días en que se ha desatado la polémica de las expulsiones, la gran mayoría de oyentes que participaban en los debates se mostraban, con matices, favorables a la medida de Sarkozy. Digo yo que alguna reflexión habrá que extraer de semejante circunstancia. Seguramente muchos de los oyentes que llamaron se habrán pronunciado injustificadamente, impelidos por ese miedo irracional que despierta el diferente. Pero no me cabe duda de que otros habrán expresado su parecer a partir de experiencias propias.
Digo yo que entre la ultraderecha pendenciera y malintencionada y la progresía de izquierdas que preconiza que el mundo es La casa de la pradera debería de haber un término medio desde el que analizar la cuestión de la inmigración sin maniqueísmo ni complejos y, sobre todo, con conocimiento de causa y desde el terreno. No hace mucho me explicaron que un político de Mataró hubo de trasladarse a un barrio con ocasión de una inauguración, y se quedó atónito al constatar que la multitud que asistía era mayoritariamente inmigrante. Se trataba del barrio inmigrante por antonomasia, el primero que los acogió veinte años atrás. ¿En qué realidad vivía ese político y que autoridad moral podía detentar para exigir a la población autóctona comprensión? Asimismo recuerdo haber leído, a raíz del caso Pretoria, que el alcalde de Santa Coloma de Gramanet, a la sazón uno de los municipios que acoge mayor número de población inmigrante, residía en Sarriá, uno de los barrios más exclusivos de Barcelona. Se necesita tener mucha jeta para que un alcalde le diga a sus ciudadanos que se ha de ser solidario con la inmigración, y luego irse a Sarrià, en cuyas calles es más fácil ver a Jose María Aznar practicando danza del vientre ataviado de un tanga de leopardo que a un inmigrante.

viernes, septiembre 03, 2010

Dibujos MILOLA

Como sabéis hoy se cumple una semana de la puesta en marcha de MILOLA, la cafetería pastelería que Manoli y Yoli, mis hermanas, han abierto en Mataró después de mucho esfuerzo y trabajo. El proyecto es innovador, original y creo que, con el tiempo, será un lugar de referencia en Mataró. Mis aportaciones al proyecto son escasas, comparadas al esfuerzo y la ayuda del resto de la familia. Aquí os enseño una de ellas, los dibujos llamados a señalizar el lavabo de hombre y el de mujer. Ya están colgados de la puerta, si queréis verlos, acudid a MILOLA y disfrutar, de paso, de un buen café con leche y un pastel delicioso de los que elabora Manoli. Nos vemos en MILOLA.











viernes, agosto 13, 2010

Sant Feliu de Guixols II






Mientras Pilar compraba Martina y yo la hemos esperado al lado de un pequeño tío vivo, enfrente del Museo de la Joguina, una iniciativa privada en la que apenas entra nadie, sobrevive, entre otros negocios tangenciales, gracias al tío vivo.
El tío vivo en cuestión va camino de convertirse en el negocio más lucrativo del pueblo, pues recauda euros sin cesar, a razón de veinte a la hora, como he tenido oportunidad de comprobar hoy mismo. Durante el tiempo que hemos estado Martina se ha subido a él un mínimo de quince veces, sin que yo haya tenido necesidad de invertir un solo euro, todo a cuenta de los transeuntes que de tanto en tanto, camino de la playa, se ven obligados a subir a sus hijos luego de que éstos lo reclamen a voz en cuello. Se trata de padres sin experiencia o que visitan el pueblo por primera vez, pues lo ya bregados sabemos que a poco que se espere un rato aparecerá un padre que gastará dinero por nosotros. Los padres experimentados, asimismo, conocemos rutas alternativas para evitar que nuestros hijos se queden prendados de la atracción.
Martina ya no me pide dinero para montarse. Como yo, sabe que más pronto que tarde aparecera el padre de otro niño que lo hará en mi lugar. Pero si alguna vez lo hace le digo directamente que espere a que aparezcan, que no está la cosa para gastar cuando ya lo hacen otros. Aunque es muy pequeña, no me cabe duda que entiendo lo que le digo.
La atracción se gana con creces cada euro que recauda, pues la mayoría de veces ha de soportar un peso que supera en mucho para el que en principio ha sido concebido.
Es divertido asistir a cómo, cada vez que alguien introduce una moneda en la ranura recaudatoria, una manada de niños salen en tropel del escondite en el que aguardaban a hurtadillas, y se suben sin piedad en él. La atracción inicia la marcha entonces y completa las vueltas con dificultad, emitiendo un chirriar que semeja el de un animal decrépito y fatigado. Uno de los tres caballos que posee se ha hundido definitivamente y ya no asciende y desciende suavemente como es de rigor debido a que un adolescente con sobrepeso y ya crecidito para atracción tan modesta se encaramó a su lomo y, como un vaquero precoz, trató de domar al animal saltando sobre la silla de montar.
De normal, los días en Sant Feliu de Guixols transcurren apaciblemente y apenas surgen momentos que merezcan ser destacados. Pero hoy mismo, mientras desayunaba en la terraza del Fornet, un tipo con problemas mentales que pasaba por allí ha pretendido, de repente, enseñarme unos corazoncillos que guardaba en una bolsa de plástico. Lo he mandado a la mierda sin miramientos. Qué coño, poca broma con los desayunos del Fornet.

jueves, agosto 12, 2010

Sant Feliu de Guixols

Estamos de regreso en Sant Feliu de Guixols. Que mi suegra acabara comprando una casa aquí no es sino una prueba más de los caprichos del azar, pues mi familia residió aquí a principios de la década de los ochenta, siendo yo un adolescente, y, a la postre, constituyó el mejor período de mi vida durante esos años de trajín y traslado constante.
He sorprendido a Pilar cortándose el pelo a sí misma delante del espejo del baño. Cuándo le he preguntado que suerte de temeridad estaba perpetrando, ha fruncido el ceño y me ha dicho que si Tita Cervera lo puede hacer, ella también. No sé qué me preocupa más, que Pilar tenga como modelo a Tita Cervera, o que yo me haya casado con una mujer que tiene como modelo a Tita Cervera.
También me inquieta que una de las señoras más ricas de España rehuse acudir a una peluquería, pero menos.

martes, agosto 10, 2010

Londres VI

Notthing Hill. Bajamos por Portobello, avanzando a trompicones debido a que estaba tomada por una muchedumbre impresionante de turistas, la mayoría de los cuales eran españoles, lo que restaba exotismo al paseo, pues casi parecía que deambularamos por la Ramblas. Si ese día salisteis a las calle y apreciaisteis que se hallaba especialmente deshabitada no fue porque estuvieran de recogimiento sino que se hallaban todos aquí, apretujados y sudorosos, impidiendo que yo avanzara con el carrito de Martina, pese a que ella se abría paso a zarpazos. De verdad que son inoportunos estos turistas que les da por coger las vacaciones a la vez que yo. Así no hay manera. Creo que en esto de las vacaciones debería constituirse por ley un calendario especial de prioridades: primero nosotros, y luego, a la vuelta, el resto del mundo.
Hace algún tiempo leí un artículo del escritor Enrique Vila-Matas en el que se quejaba de que Praga, una de sus ciudades predilectas por aquello de Kafka, asimismo uno de sus escritores de cabezera, estuviera tomada en verano por centenares de miles de turistas, y semejante circunstancia le contrariaba, pues, pobrecito, ya no podía merodear a sus anchas por la ciudad. El artículo en su momento me resultó indignante, pues todos los turistas que a él le estorbaban, o buena parte de ellos, son los que al comprar sus libros dan pie a que él viaje cuando le venga en gana. Mientras daba codazos por Portobello cambié de opinión: los turistas son una plaga a la que hay que erradicar.
Llegó un momento en que había tal cantidad de gente que nos vimos obligados a desistir y no acabamos de realizar todo el recorrido. Era literalmente imposible ganar un solo metro. Decidimos salir de entre la gente (el vulgo) y tomar un autobús para pasear por Kensington Garden, pero se interpuso en nuestro camino una cafetería o restaurante llamado Le Pain Quotidien, según Pilar muy conocida. Yo ni idea, como es sabido. Lo que sí puedo asegurar es que es del estilo que nos gusta: pija a más no poder, comida exclusiva pero frugal por la que pagas un ojo de la cara. Allí lo dejé, el ojo, sobre el tiket de la cuenta, manchándolo de sangre. Me lo extraje con la cuchara de la sopa que sirvieron a un tipo de al lado. Porque servían sopa, y muy buena a juzgar por el aroma. Yo no pedí. Mi religión me prohíbe, en vacaciones o los fines de semana, tomar esa clase de comidas.
Esa cadena de restaurantes disponen de unas mesas muy largas en la que cogen varios comensales, aunque no se conozcan ni acudan juntos, los sientan unos pegados a otros. Nos sentamos, qué casualidad, al lado de dos españolas, dos hermanas de Barcelona, ya entradas en edad (una setenta y cuatro años, la otra cincuenta y dos) y sin embargo muy viajeras y cultivadas. Gracias a la mediación de Martina, conversamos largo rato. Martina ha propiciado que conozcamos al mayor número de gente. En el autobús, en la calle, en el metro, ella, como sea que observa que sus padres son más bien tímidos y callados, realiza la introducción de rigor sometiendo a interrogatorio al personal de turno. Y tú cómo te llamas, dónde vives, etcétera.
Estas dos mujeres habían estado varias veces en Nueva York, lo que despertó nuestro entusiasmo por aquello del vínculo que suscita un destino compartido. El colmo del azar, no obstante, apareció cuando descubrimos que existía un vínculo geográfico aún más cercano: ambas habían estado pasando unos días en Sant Feliu de Guixols a la vez que nosotros, adonde habían acudido con motivo del concierto de Pati Smith y la exposición de la propia cantante, que inauguró Tita Cervera, con las que al parecer departieron un rato. Al final, quedamos en que nos veríamos en Sant Feliu de Guixlos.
Más tarde merodeamos por los márgenes del Tamesis junto a Marina, una amiga de mi hermana Manoli. La zona estaba tomada igualmente por miles de turistas. Esperamos a Marina en un parque delicioso, pequeño, con un césped verdísimo, alto, desde el cual se erigían hasta el cielo unos árboles inmensos, algunos de troncos muy gruesos y retorcidos, describiendo un zigzagueo que semejaba el de una serpiente gigante. Comimos en un banco, mientras Martina perseguía a una ardilla, y trataba de hacer amistad con una niña que se resistía a sus encantos, o más bien se sentía apabullada por sus acometidas. Martina manifiesta un entusiasmo desmedido que intimida a las niñas con las que pretende entablar amistad.
Los parques de Londres, no voy a descubrir nada, son realmente impresionantes. Pero lo que fascina es ver cómo son tomados por los londinenses, entendiendo por tales todo el que habita la ciudad, que se echan sobre la hierba a la menor ocasión, es decir cuando un atisbo de sol asoma entres dos nubes. Es una gozada ver cómo los parques, en Londres, están al servicio de los ciudadanos, y no son como aparadores que pueden contemplar pero no tocar, como sucede en España. Por no hablar que no son en modo alguno comparables unos con otros.
Al final del día cenamos con Marina en una cadena de hamburguesas llamada GBK de la que mi hermana nos había dado excelentes referencias. Y debo decir que son las mejores hamburguesas que he probado en mi vida. ¿Por qué no hay ninguna en Barcelona, por dios?

jueves, agosto 05, 2010

Londres V


Ayer pasamos todo el día en el barrio de Chelsea. Para quien lo desconozca uno de las más caros y exclusivos de Londres, y, por tanto, el que alberga mayor número del famoseo británico. O por lo menos eso era lo que yo tenía entendido antes de visitarlo. Y algo de cierto debe haber, pues al poco de apearnos del autobús nos ha salido al paso Michael Caine, que ha decidido entrar en la misma tienda o boutique de decoración en la que estábamos chafardeando Pilar y yo. Claro que para nosotros los precios eran inaccesibles, y seguramente él no tendría problemas en adquirir alguna que otra cosita para una de sus dos o tres mansiones. La verdad, en algunos aspectos no me cambiaría por él ni por ningún otro de posición adquisitiva similar. Debe de ser un engorro tener que pensar qué figurita colocar en la cómoda de la casa de la playa, y qué jarrón en la choza de los Alpes suizos. El lujo y la riqueza a según que niveles es más una contrariedad que una ventaja. Yo creo que el mejor estado es ser razonablemente rico. Sin más.
En Chelsea Pilar y yo nos hemos percatado una vez más de que irremediablemente tenemos cierta inclinación al lujo y el glamour. Cualquier otra cosa que sea frecuentar hoteles de menos de cuatro estrellas nos incomoda en extremo, y nos pone en el apuro de compartir espacio gente de mal vivir. No tengo nada en contra de los que prefieren comer a las puertas de su tienda de campaña canadiense, asestando dentelladas a una rodaja de pan con tomate en la que se posa un ejercito de moscas desempleadas, pero si tuviera que elegir entre veranear en un camping de Benidorm y una estancia en King Road's me parece que no tardaría en decidirme. He hecho una pausa en la escritura para preguntarle a Pilar si ella también se decantaría por King Road's en lugar de Benidorm, y después de ponerse sus gafas recién compradas encima del pelo ha hecho un gesto como para retirarse de la cara el largo flequillo que cae sobre los ojos cuando circulas en descapotable. No cabe duda: ella también prefiere Chelsea. Benidorm tendrá que esperar.
Para trasladarnos desde el Brithish Museum a Chelsea hemos tomado el autobús 19, que efectúa un trayecto que, la verdad, entretiene y distrae, pues el recorrido incluye las zonas más populares y conocidas: Picadilly Circus, Soho, etc. Pases a la hora que pases están tomadas por una horda de turistas que vociferan como una manada en estampida. Pero enseguida dejas atrás tanta ordinariez y pronto enfilas dirección Chelsea, y yo, cuando he reparado en que nos acercábamos le he sugerido a Pilar si no sería mejor apearnos alguna parada antes, por aquello de que si los vecinos de Chelsea nos veían descender de un autobús nos mirarían mal y pensarían que era una vulgaridad todo lo que fuera hacer acto de presencia en el barrio en vehículos por debajo del BMW. Pilar me ha dicho que no ha lugar, pues King Road's, en realidad, está tomada igualmente por hordas de turistas que, si acaso, guardan más las formas que en el centro de Londres, porque el barrio invita a ello, de lo que se deduce que, tal vez, los turistas son en todos lados los mismos y su proceder varía en función del entorno.
La visita a Chelsea ha sido de lo mejor. Hemos acabado en un parque diminuto llamado Chelsea Physic Garden, donde Martina no ha tardado en hacer amigos de tez sonrosada y cabello muy rubio que, sin embargo, chapurreaban algo de castellano. En menos de un parpadeo se ha apropiado de la pelota con la que jugaban y ha tirado millas con ella bajo el brazo, trotando por un césped verde y muy húmedo al que los empleados, muy esmerados y con diligencia, dedicaban toda clase de cuidados.
De regreso a Oxford Street, al pasar por un par o tres de parques, me he fijado en que la mayoría de personas que practicaban footing (ingleses sin el menor género de dudas) lo hacían pertrechados de una mochila, lo cual, obviamente, incrementa la dificultad de la marcha. Qué gente más esforzada, he pensado yo. A lo que Pilar ha respondido que quizá lo que lleven en la mochila es la muda del trabajo, y no bien acaban de correr se la vuelven a poner de sin previo paso por la ducha, pues parece ser que alguna fama de desaseados los persigue. Yo, a propósito, he recordado una anécdota que narra Enric Gonzalez en su libro Historias de Londres, según la cual después de disputar un partido de tenis con dos colegas periodistas de nacionalidad británica, los tipos se vestían y se iban a trabajar sin ducharse. En fin, cuando el río suena...

Londres IV

En los almacenes Selfridge, en Oxford Street, me he quedado embelesado con el aparador muy ingenioso y singular. No sé a qué genio se le habrá ocurrido semejante escenografía, pero merece ser expuesta en un museo. En el MoMa haría sonrojar a más de uno con ínfulas de artista. A la izquierda de la imagen el objeto final, de una pieza, listo para ser utilizado u observado en todo su esplendor. A la derecha, el mismo objeto desmenuzado (atomizado) pieza a pieza. La moto era particularmente espectacular.




Con la caja de la izquierda fabrican la silla de la derecha.

El castillo de la derecha ha sido realizado con los libros de la izquierda.


A la derecha los ingredientes del pastel.


Las latas de la derecha comprimidas en un fardo a su izquierda.


Londres III

El resto de la tarde de hoy lo hemos dedicado a recorrer Oxford Street. Es decir, Pilar, cronómetro en mano, se ha dedicado a entrar en todas las tiendas que le ha sido posible. Martina, entretanto, se ha fijado atentamente y creo que, como buena discípula que es, pronto aventajará a su profesora. Aquí las tenéis.










miércoles, agosto 04, 2010

Londres II








Publico algunas fotos para que veais como transcurre el día en Londres. Cómo veis la meteorología no está siendo muy propicia. A decir verdad estamos padeciendo el tiempo habitual, tan pronto se intuye el sol tras las nubes espesas, y se abre un claro para que asome tímidamente, como, de súbito, arrecia un aguacero tremendo que nos obliga a guarecernos bajo los soportales del primer edificio que nos sale al paso. Las fotografías de Pilar pertrechada de chubasquero son buena prueba de ello. Cinco minutos antes de tomar esa imagen estábamos comiendo al aire libre, sobre el césped de un parque próximo al apartamento. El mismo en el que veis jugar a Martina. No bien habíamos engullido el último bocado (al menos nos ha permitido comer con más o menos tranquilidad) hemos tenido que sacar rápidamente los chubasqueros y emprender la huida en busca de cobijo. Finalmente hemos hallado una cafetería preciosa, en el interior de la cual hemos tomado te y un capuccino mientras la lluvia cesaba.
Antes, por la mañana, hemos realizado una breve, muy breve visita al British Museum, que se halla literalmente delante del apartamento que ocupamos. Al principio he conseguido atraer la atención de Martina sobre algunas piezas, para ello he echado mano de explicaciones que semejaban los cuentos que le narro para dormir. Martina se ha mostrado muy interesada por los animales disecados, a los que, sin embargo, ha reprochado que no cantaran, cuando se trataba de pájaros, y no graznaran cuando eran cuervos o cualquier otro pajarraco de los que había. No he sabido explicarle qué quería decir disecado, lo más que he acertado a balbucear es que dormían, lo cual no le ha acabado de convencer, pues tenían los ojos abiertos.
Sigo convencido de que tarde o temprano no echarán del país. Apunto han estado de hacerlo del British Museum, cuando a Martina se le ha caído de las manos una pieza, una figura de una rana, que unas ancianitas educadas, situadas en distintas salas tras un mostrador diminuto, permiten que los niños palpen y manoseen. Pues bien, Martina ha palpado, manoseado y arrojado al suelo. Ya digo yo que nos echan.
Bueno, aquí os dejo unas fotos. Esta noche más.



Londres

Bueno, ya estamos en Londres. Todo ha transcurrido según lo previsto. De lo que no estoy seguro es si regresaremos en la fecha prevista (el lunes que viene) o nos echaran antes, pues Martina tiene tendencia a crear problemas con la autoridad competente. Durante la facturación de maletas, ha reprendido a la joven que pretendía enganchar en su carrito la etiqueta necesaria para facturarlo. Y en los controles de seguridad, no bien la hemos bajado del carro, se ha abalanzado sobre la etiqueta y la ha arrancado y le ha plantado cara al picoleto de marras. Se conoce que la pegatina rompía la línea estética de su vehículo. Tampoco le ha faltado tiempo para decirle al chofer del taxi que nos ha recogido en el aeropuerto de Londres que ponga el volante de su coche en el lugar correcto, cosa con la que, la verdad, alguien les tendría que haber dicho hace tiempo a estos ingleses.
En fin, creo que es buen momento para poner por escrito que Pilar y yo hemos hecho, hasta ahora, todo lo que está en nuestra mano para hacer de Martina una niña educada y comedida. Empieza a ser evidente nuestro fracaso. Qué dios reparta suerte.
Esta noche más. Ahora nos vamos a desayunar.

lunes, agosto 02, 2010

De que hablo cuando hablo de despistes

Os presento una sección nueva de este blog. El título lo he tomado prestado de la última obra de Murakami, De qué hablo cuando hablo de correr. Como he constatado que padezco síntomas alarmantes de despiste que me llevan a situaciones disparatadas, he decidido hacerlas públicas mediante el blog, con un poco de suerte el escarnio público conseguirá que me corrija. Vale decir que en alguna otra entrada he dejado constancia de esos lapsos, por llamarlos de alguna manera, que cometo con más frecuencia de lo que a mí me gustaría.
La última situación tuvo lugar la semana pasada, cuando en vez de la habitual crema depilatoria que empleo para quitarme los pelos de las orejas eché mano de una crema para el sudor de pies. A mí, en realidad, me extrañó que pasados unos minutos aquello no produjera el molesto picor que de normal provoca la crema depilatoria a los cinco minutos de ponértela, pero pensé que estaba caducada. A los veinte minutos me la quité con una toalla, y los pelos seguían ahí, negruzcos y ensortijados como siempre. No ha sido sino una semana después, al intentar quitármelos de nuevo, cuando me he percatado del error. La única ventaja de semejante descuido es que dudo que las orejas me vuelvan a sudar más, si es que alguna vez lo han hecho. Quien no se consuela es porque no quiere.

jueves, julio 29, 2010

Ya sólo faltaban los toros...

Los toros. Pues no sé. A mí particularmente no me gustan, pero mi padre era un gran aficionado y de niño no me quedó más remedio que ver por televisión alguna que otra corrida. La verdad, no tengo una opinión formada al respecto. Ni me va ni me viene. Y no voy a pedir perdón por no sentir empatía hacia el animal, como tampoco lo hago por la animadversión que me inspiran algunos individuos. Es decir, hay tipos, personas, seres humanos (o personas humanas, una redundancia que escucho con frecuencia) con familia e hijos, es decir, aparentemente gentes de bien, por los cuales, si fallecieran, no sentiría la menor compasión, todo lo contrario, incluso estoy seguro que experimentaría cierto alivio y contento. Hablo de gente cuya existencia pone en peligro la del resto de personas.
Pero me estoy apartando del asunto. Lo que a mí me preocupa de todo esto es el tema de la prohibición. Creo que en Catalunya, en efecto, se pretende ser más papista que el Papa, y para demostrar lo progresista que somos y lo perfecta que es nuestra democracia, y cómo somos capaces de legislar teniendo en cuenta todas las sensibilidades que palpitan en la sociedad, concebimos leyes que, en realidad, constituyen un recorte manifiesto a nuestras libertades. Y no me refiero a los toros. Llegado este asunto me la sudan los toros. Estoy hablando, por ejemplo, de esa intromisión inconcebible aprobada meses atrás según la cual, por ley, unos padres están obligados a comunicarle a su hijo adoptado, no bien cumpla los 12 años de edad, que efectivamente fue adoptado. Es asombroso. Y vergonzante. ¿A cuento de qué un gobierno se toma la licencia de inmiscuirse en asuntos estrictamente familiares? ¿Semejante intromisión en una conquista democrática? Yo diría que es un paso atrás, pero parece ser que sólo yo tengo esa impresión, porque, hasta donde sé, nadie ha protestado ni recogido firmas para tratar de revocar esa mierda de ley que de tan progresista se pasa de frenada.
En fin. El resto ya se sabe. Los de siempre ponen el grito en el cielo. Esperanza Aguirre, por ejemplo, miente sin pudor en televisión asegurando que es culpa de Zapatero, cuando todo el mundo conoce -hasta ella, que no es muy dada a conocer nada que sea de provecho- que se debe a una iniciativa popular y en modo alguno el PSC, y mucho menos el PSOE, son responsables de que finalmente haya prosperado. Pretenden tomar por tontos a la gente. Otra vez. Algo similar hicieron con el 11-m, tomar por estúpidos a los mismos ciudadanos a los que luego piden el voto. Ya digo, en fin...

viernes, julio 23, 2010

Literatura (otra vez)

El lunes se hizo pública la designación de plazas universitarias y de nuevo me han asignado la segunda opción. Si el año pasado elegí Periodismo como alternativa a Estudios Literarios, mi primera elección, éste ha sido Filología Hispánica. Creo que una vez más renunciaré y esperaré al 5 de agosto, día de la reasignación de plazas, a ver si me acompaña la suerte, y tal y como sucedió hace un año, finalmente consigo plaza en Estudios Literarios.
Visto con cierta perspectiva, no se me ocurren unos estudios más inútiles, a efectos prácticos (laboralmente hablando, se entiende) que Estudios Literarios. Si mis padres vivieran y yo contara con 18 años de edad seguramente los tendría todo el día detrás de mí para disuadirme de cursar semejante carrera. ¿Estudios Literarios? ¿Y eso para qué sirve?
En relación a la literatura se da una extraña paradoja. Mientras que los escritores continúan aglutinando una consideración muy favorable (en determinados casos más de la que merecen) como valuartes de la intelectualidad, la literatura, como concepto o definición de una actividad, parece situarse al margen. Seguramente el motivo cabe buscarlo en que la palabra Literatura se asocia a una actividad abstrusa e inaccesible, poco dada al placer y la ociosidad. Ya lo dijo la escritora Flannery O 'Connor: Si se aborda una obra literaria como si se tratara de un problema de investigación para el que sirve cualquier respuesta, con tal que no sea evidente, los estudiantes no descubrirán jamás el placer de leer una novela.
A que hoy día tenga vigencia semejante impresión sin duda han contribuidos los propios escritores, muchos de los cuales difunden opiniones respecto a ella sostenidas mediante digresiones llenas de términos grandilocuentes, y expresadas en una jerga críptica, cuando el mismísimo Aristóteles, cientos de años antes, ya lo expresó de forma diáfana y precisa: la literatura es invención. Ni más ni menos.

lunes, julio 12, 2010

El mundial de fútbol

El campeonato del mundo que acaba de ganar España es un pretexto perfecto para romper el silencio (inexcusable) en que ha estado sumido este blog. Pero que no cunda el pánico, no voy a hablar de fútbol. En modo alguno. Tampoco estoy en condiciones de asegurar que publicar esta entrada vaya a corregir o modificar mi apático ritmo de escritura, y de la noche a la mañana el blog reemprenda la frecuencia de publicación de antaño. Va ser que no.
De lo que quiero hablar es del sorpendente efecto me ha sido dado observar en los ciudadanos de Cataluña a medida que la selección disputaba partidos. El mundial ha obrado un pequeño milagro, y en las fachadas de los edificios de repente han proliferado banderas españolas que, como digo, han ido en aumento a medida que avanzaba la competición. Hace un año semejante circunstancia habría sido impensable. Qué digo hace un año, dos meses atrás cualquier predicción a ese respecto me hubiera parecido un desatino. Sin embargo ha sucedido. Y lo más relevante quizá sea la absoluta normalidad con la que, por lo menos yo, he presenciado la metamorfosis. Qué lástima que la clase política no sea capaz de verlo de igual forma, porque quizá estaríamos desaprovechando una oportunidad inmejorable para corregir o reparar las tremendas distancias que parecen separar a unas comunidades de otras.
Si poseyeramos una clase política de enjundia y no esta pandillas de forajidos faltones sin la menor perspectiva histórica, cabría intentar lo que Nelson Mandela llevó a cabo con el mundial de rugby disputado en 1995. Del suceso, como sabrá más de uno, ha dejado constancia John Carlin en su libro El factor humano, posteriormente llevado al cine por Clint Eastwood en Invictus. Me gustaría que sucediera algo parecido aquí. Qué sé yo, imaginad que esta tarde, durante los actos de celebración, mientas la selección al completo baila sobre el escenario y la muchedumbre enardecida corea sus nombres, imaginad, digo, que descienden del techo la bandera nacional, la senyera y la ikurriña, a la manera de un acto de confraternización. Estaría bien.
Pero si poseyéramos una clase política de enjundia seguramente no estaríamos en la situación en la que estamos.

jueves, marzo 04, 2010

Ficción e historia

En ninguna otra novela como en Vida y destino, de Vasili Grossman, he percibido la enorme superioridad del novelista frente al historiador. El historiador avanza con tiento pero con determinación hasta que da de bruces con los insterticios de la historia de los que no ha quedado constancia documental. Allí donde el historiador interrumpe abruptamente su relato porque carece de los datos fidedignos que lo sustenten, es donde el novelista apresura el paso y campa a sus anchas. En ningún pasaje se constata tal evidencia como en el que relata, con una prosa que estremece, los últimos instantes de vida de unos seres humanos que se apretujan en las cámaras de gas como ganado a la espera de deguello. Qué novela tan impresionate y qué grandioso escritor es Grossman, que consigue provocar en el lector lo que está al alcance de muy pocos: conmover hasta el límite del llanto.

Bienvenido

El Papa visitará España. Explosión de júbilo. No quepo en mi de gozo. Apenas si podré soportar la espera. Mientras, buscaré consuelo en alguna hagiografía que le sea propicia. La víspera pasaré la noche al raso. A las puertas del aeropuerto. Lo tengo claro. Ya he conseguido un saco de dormir. No bien haya tomado tierra el avión que lo traslada, me colaré subrepticiamente en la pista y aguardaré su descenso a pie de escalinata. Quiero ver con mis propios ojos que hay de cierto en ese rumor que sostiene más que caminar, levita. Pienso recoger del suelo en el que estampe el beso el rastro de saliva que lo impregne y guardarlo en un frasco que cargaré siempre conmigo. Que emoción. El Papa. Nos visita. A nosotros. España. ¿Cabe mayor suerte?

La diferencia

Habrá quien sostenga que en esta noticia pone de manifiesto la diferencia que media entre la mentalidad de un ciudadano estadounidense y un español. No lo descartemos. Mientras que un hombrecito español lo más que se aventura es a sentar a su hijo adolescente al volante de un tractor que avanza a trompicones por entre las veredas pedregosas de un erial deshabitado, el norteamericano exhorta a su primogénito a dirigir el tráfico aéreo del aeropuerto más transitado del mundo. Con dos cojones.

viernes, enero 29, 2010

Menudo prenda


Quizá no hayan reparado en ello, pero en Mataró contamos con una de las eminencias pensantes más destacadas de la historia de Cataluña, prestando sus servicios a la comunidad, es decir, trabajando para el ayuntamiento con el fin loable de hacernos la vida más fácil, lo cual es de agradecer, habida cuenta que si lo deseara seguramente estaría trabajando en cualquiera de las mejores empresas del mundo. Yo, en cambio, sin ser especialmente perspicaz, sí que he podido constatar la elevada inteligencia del individuo en cuestión, del cual, debo confesar, desconozco su aspecto, pues jamás he tenido el placer de encontrarme con él, aunque sí he podido ver con mis propios ojos, como digo, el fruto de su esfuerzo intelectual, y con eso me basta para vaticinar que el tipo nos dará tardes de gloria a los ciudadanos de Mataró.
No sé si alguna vez han tenido oportunidad de pasear por las playas de la ciudad. Si en efecto lo han hecho y han prestado un poco de atención (no se necesita estar especialmente despierto) podrán identificar de inmediato el alcance de su obra, a saber: las canastas de baloncesto que se erigen en medio de toneladas y toneladas de arena de playa. Ah, qué audaz y brillante iniciativa. Se trata, sin lugar a dudas, de un visionario, de un ser adelantado a su tiempo. Porque hasta ahora el mundo entero había alcancado la decisión unánime que de todas las superficies posibles para acoger una pista de baloncesto, la playa era la menos indicada. Las razones a uno se le antojan obvias, pero acaso proceda una sucinta aclaración para aquellos a los que le haya pasado inadvertida la obiedad. Veamos: no se necesita ser muy espabilado para deducir que si botas un balón de basket en la playa existen pocas posibilidades de que regrese a tu mano, lo cual, coincidirán conmigo, parece de vital importancia para que un partido de baloncesto se desarrolle dentro de los margenes de normalidad que requiere dicho deporte. De ahí que generalmente se prefiera el parquet, o las planchas de cemento liso debidamente colocadas de tal forma que no constituyan un impedimento para que la pelota fluya sin sobresalto ni trayectorias extrañas, que se desplace, en suma, con suavidad de la mano al suelo y del suelo a la mano.
Y llega nuestro hombre, un ser preclaro que se desplaza levitando porque caminar se le antoja demasiado pedestre, y decide sembrar las playas de Mataró de canastas de baloncesto. ¡Las playas! Sí, como leen, ¡las playas! Me lo imagino en su despacho pertrechado de escuadra y cartabón, trasudando a causa del esfuerzo, haciendo toda clase de cálculos aritméticos a fin de llevar a término su proyecto con éxito, mientras su secretaria deposita sobre la mesa un vaso caliente de colacao para que ingiera pequeños sorbos que le restituyan la energía empleada en semejante empresa.
Nada más conocerse la noticia, la gente se ha echado a la calle para ser los primeros en jugar en esas pistas. A diario la multitud, la muchedumbre expectante, hace cola para poder comprorbar el alcance de la idea. Cientos de miles de personas, ciudadanos de Mataró y de otros lugares a los que ha llegado el eco del prodigio, aguardan turno a fin de disfrutar de unos minutos de basket en esa pista sin par.